La Montaña de Montjuïc es como una ciudad dentro de la metrópoli de Barcelona. Es una visita obligada para quienes quieren descubrir la Ciudad Condal. Allí los atractivos se suceden uno de detrás de otro, pero sobre todos ellos, incluso literalmente, se eleva el Palau Nacional que es la sede del MNAC, posiblemente la colección de arte más prestigiosa de la ciudad.
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El Palau Nacional
El propio edificio que alberga el Museo Nacional de Arte de Cataluña es una obra de arte. Se trata del Palau Nacional que, pese a sus aires neobarrocos, se construyó hace menos de un siglo. Concretamente en 1929, cuando se levantó como emblema de la Exposición Internacional que se mismo año protagonizó Barcelona.
La colección del MNAC
Las salas del Palau Nacional cobijan un jugoso recorrido por la historia del arte catalán y español. Comenzando por las obras que se remontan a la Edad Media. De hecho, algunas de sus joyas trasladan la visitante hasta los tiempos del Románico a través de las pinturas murales de iglesias que aquí aparecen reconstruidas con un aspecto similar al original.
El criterio cronológico de la exposición traslada a los visitantes hasta las salas con retablos, tablas y tallas góticas, para luego contemplar otras obras posteriores del Renacimiento o el Barroco. Así hasta llegar prácticamente a la actualidad, pasando por el periodo de finales del siglo XIX y comienzos del XX, momento en el que Barcelona y Cataluña vivió uno de sus periodos más fecundos artísticamente hablando, con la irrupción del arte modernista.
Otras colecciones visitables en el Museo
A los fondos propios del MNAC se suma la exposición de dos colecciones privadas de enorme interés. Una de ellas es el Legado Cambó y otra procede de los fondos de la colección Thyssen-Bornemisza.
Y por si fuera poco, todavía se puede hacer el recorrido por otras salas que muestran las secciones de fotografía y numismática, con monedas que van desde los tiempos de los romanos hasta la Guerra Civil.
Fin de la visita al Museo Nacional de Arte de Cataluña
El recorrido por la exposición puede durar cuanto el visitante quiera. Uno se puede detener ante infinidad de obras o simplemente pasear entre arte. De una forma u otra, tras la visita al MNAC, cuerpo y mente merecen un reposo. Para ello lo mejor es ir al restaurante del museo, tomar algo y contemplar las magníficas vistas que posee hacia los barrios que rodean la emblemática Montaña de Montjuïc.
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