Cualquier visitante que llega a Barcelona se adentra por el laberinto de calles del Barri Gotic y el conjunto de la Ciutat Vella. Un entramado de estrecheces, recovecos y callejones, pero de pronto, sin buscarlo, tarde o temprano llega a la Plaça Reial o Plaza Real. Una gran plaza abierta que supone un gran contraste con todas las calles que se han dejado atrás. Aunque otra forma muy habitual de llegar es desde las vecinas Ramblas.
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La Plaça Reial, una plaza del siglo XIX
Este espacio tan amplio en comparación con su entorno se creó en el siglo XIX por el arquitecto Daniel Molina, quién la integró en el trazado medieval barcelonés, aunque para ello se hubieran de cortas calles antiguas, que ahora desembocan en la plaza mediante pasajes cubiertos. En todo este espacio urbano se acumulan las arcadas, las palmeras decorando el centro, una fuente histórica que representa a las Tres Gracias e incluso dos farolas diseñadas por Antoni Gaudí. De hecho, estas farolas son las primeras obras conocidas que realizó el arquitecto de Reus en la ciudad.
Pero antes de la arquitectura neoclásica que domina la remozada Plaza Real, aquí hubo un convento que conectaba con Las Ramblas.
De día y de noche por la Plaça Reial
Esta plaza es uno de los lugares más visitados durante las 24 horas del día. Con la luz diurna es un sitio ideal para sentarse a tomar algo tras los paseos culturales por las calles del entorno. Mientras que con la caída de la tarde son muchos los que eligen aquí alguno de sus restaurantes para cenar, tomar una copa en las muchas terrazas o simplemente pasar por aquí camino de los numerosos bares y locales nocturnos del barrio. Por esa razón es muy transitada, y como ocurre en las grandes ciudades turísticas, también aparecen por allí los amigos de lo ajeno, por lo que hay que caminar o sentarse bien atento. Eso sí, la presencia policial aquí es constante.
La sombra de Picasso
Por todo este barrio anduvo, bebió y pintó un joven malagueño llamado Pablo Picasso. Muy cerca de aquí, en la Carrer de la Mercè tuvo su primer taller artístico. Para rendirle un homenaje a ese gigante de la historia de la pintura, es recomendable darse un paseo desde la Plaza Real hasta la cercana Carrer d’Avinyó. En esa vía, en el número 27 había por aquel entonces un burdel, cuyas trabajadoras le sirvieron de inspiración para las famosas Señoritas de Aviñón de 1907.
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